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¿Cómo puede ayudar la tecnología a mejorar la educación?
La pandemia que experimentamos a partir de marzo del año 2020 nos ha obligado a reflexionar de manera más explícita sobre el papel que las tecnologías deben y pueden jugar en la educación; a tomar decisiones más meditadas sobre las herramientas, recursos y plataformas que debemos incorporar a nuestros ecosistemas de aprendizaje; a tener en […]

La pandemia que experimentamos a partir de marzo del año 2020 nos ha obligado a reflexionar de manera más explícita sobre el papel que las tecnologías deben y pueden jugar en la educación; a tomar decisiones más meditadas sobre las herramientas, recursos y plataformas que debemos incorporar a nuestros ecosistemas de aprendizaje; a tener en cuenta la innegociable necesidad de favorecer un acceso equitativo y de calidad a las infraestructuras, dispositivos y programas necesarios para desarrollar una experiencia de aprendizaje de calidad; a generar y proporcionar recursos en forma de contenidos de calidad para que nuestros alumnos puedan disfrutar de una experiencia de aprendizaje rica; a ensayar con el uso de tecnologías inmersivas (AR, VR, 360) que favorezcan otras formas de aprendizaje pleno; a intentar generar verdaderas comunidades de aprendizaje que trabajen de manera colaborativa con fines compartidos, sin perder un ápice de autenticidad en el proceso; a procurar que todos los que participan en una experiencia de aprendizaje con un gran componente digital, dispongan de las competencias necesarias para hacerlo con plenas garantías; a concentrarnos en la necesidad de contar con profesionales expertos en diseño instruccional, que se preocupen por la coherencia y significatividad de las secuencias de aprendizaje; a desplegar infraestructuras y redes suficientes y seguras, y a preocuparnos por garantizar el máximo nivel de seguridad en las comunicaciones.
No es que no nos ocupáramos de estos asuntos previamente. Es que la pandemia nos obligó a acelerar todos los procesos en los que estábamos embarcados y a tomar decisiones que quizás hubiéramos tardado más tiempo en tomar.
Esta pujanza de las tecnologías en la educación actual es contemporánea de otra realidad innegable: la de la profunda transformación del modelo de la enseñanza superior. Son muchas las señales que nos avisaban hace tiempo de ese hecho incuestionable: la proliferación de universidades exclusivamente online, que propician una experiencia de aprendizaje nómada; la facilidad con la que se propaga el aprendizaje informal, P2P, en comunidades basadas en algún tipo de afinidad, al margen de certificaciones oficiales; la entrada en escena de agentes por completo ajenos al mundo de la educación, con una oferta masiva de contenidos formativos y una pujanza incontestable; la multiplicación de formas de reconocimiento y acreditación al margen de los mecanismos académicos tradicionales; la extensión de plataformas multinacionales con ofertas de acceso gratuito a multitud de contenidos formativos de índole universitaria; la necesidad de procurar servicios de formación a lo largo de toda la vida a un público que ya no se conformará con contenidos estandarizados y una atención anémica.
La suma del desplazamiento de la universidad tradicional por otras iniciativas formales o informales y de las tecnologías educativas sobre las que se sustentan, da como resultado una tormenta casi perfecta que nos obliga a repensar el papel de las instituciones de educación superior en el siglo XXI.
No estamos solos en esta reflexión, ni queremos estarlo, al contrario: la idea del Global Education Forum, en este itinerario dedicado a la digitalización de las universidades del futuro, es plantearnos las preguntas adecuadas para intentar buscar respuestas consensuadas. ¿De qué forma deberán contribuir las tecnologías educativas al empoderamiento de nuestros estudiantes? ¿Qué papel deberán jugar las instituciones públicas y las empresas privadas en su desarrollo y mantenimiento? ¿De qué forma garantizaremos un nivel de competencia digital óptimo para todos? ¿Cómo asegurarnos de que al acceso será equitativo y no provocará segregaciones adicionales? ¿Qué tipo de profesionales necesitaremos para diseñar experiencias de aprendizaje híbridas plenas? ¿Qué papel reservaremos, conscientemente, a la algoritmia y la inteligencia artificial en esta ecuación? ¿Cómo cuidaremos de nuestros nuevos alumnos, esos que seguirán estudiando, trabajando y formándose a lo largo de toda su vida? ¿Cuál será la propuesta de valor que les hagamos, una que mejore la que ya le ofertan otras plataformas?
El debate no ha hecho más que empezar y nuestra voluntad es crear una comunidad de aprendizaje que indague, debate y diseñe junta esas posibles soluciones.
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